A la Salud, la Vida

“[…] La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica […]” Nos decía Aristóteles. En estos tiempos de duda, no existencial, sino acerca de nuestra existencia, nacen las premisas de la idea humana de concebir y morir. Siempre ha sido una preocupación, en cierto sentido, racional, por parte del ser humano, el pensar sobre nuestro inicio y nuestro fin. ¿Por qué nosotros, en cuerpo, mente y actitudes, nacemos electos para vivir? ¿Por qué nosotros, en el presente de nuestra vida, seguimos vivos y no hemos concluido aún nuestro ciclo? ¿Privilegiados? ¿Acaso más responsables con nuestra salud?

Nos refería el escritor y político irlandés, Jonathan Swift, que las personas “somos como los alfileres, nuestra cabeza no es lo más importante”. Y esta sencilla frase en conjunción con la de Aristóteles nos muestra un sentidísimo espectro de reflexiones para nuestros días.

La vida. El culmen, aún incógnito, del por qué estamos aquí. Por qué nosotros y no otro alma desvalida que no tuvo tanta suerte en el nacimiento. ¿Suerte o destino incierto?
“El éxito de la vida consiste siempre en seguir adelante”, Samuel Jonson; ¿por qué? ¿Por qué seguir adelante si pensamos que todo es corto, límite, finito, puntual?


¿No cobra todo más sentido si a la vida le añadimos el objetivo marcado por nuestra Fe? ¿Por ese “creer sin ver”? Qué razón tenía Thomas Browne, “el mundo creado no es más que un paréntesis en la eternidad”. La vida no es el límite de las cosas, es el INICIO de nuestra andadura como personas y como hijos de Dios. Porque al fin y al cabo, nuestra Fe, es por Él.

Pero obviamente, para iniciar esta dura prueba que es la vida, hay que crear desde la transformación (nunca destrucción) de la materia. Darle forma, conexión, pensamiento y conciencia. Hay que darle ojos para el disfrute de las cosas. Oídos para escuchar los consejos. Boca y lenguaje para la interrelación de la especie. Tacto para sentir al prójimo. Y el olor, el emblema protector de una madre recién estrenada. Su olor.

La vida es mucho más que una mera explicación científica o política. Ambas visiones podrían ser correctas. Una más técnica y otra más cultural. Pero las dos deberían de llegar a la misma conclusión ética: que la vida es de quien ha sido mandado a tenerla, pues no somos conscientes de nuestro destino tras la concepción. Somos un fruto de la aleatoriedad genética y del amor conjunto de dos personas. Pero somos vida. Y fuera de la arbitrariedad de nuestra suerte, estoy seguro de que se encuentran los ojos de Aquel que nos miró con protección. La Salud de un Hombre que nos dio vida, y se quedó Él, con la muerte.

Si pretendemos llegar a entenderlo a Él, al condenado a morir por nosotros, ¿cómo no podemos entender la vida? Entonces cambia el concepto: ¿la vida es una incógnita? No. La vida es la prueba de que todo ocurrió y sucedió en el cuerpo martirizado de Jesús.

Así pues, ¿por qué quitar la vida? ¿Por qué interrumpir injustificadamente el magno proceso normal, pero siempre sobrenatural, de la creación de la vida? ¿Del trabajo costoso de un primer latido cardíaco? ¿De la primera chispa entre dos neuronas para establecer el pensamiento? ¿De la unión de dos células, siendo ambas ya de por sí, vida?

El Profesor Alfred Kastler (Premio Nobel de Física) corrobora que la vida humana comienza en el momento de la fecundación, en el momento de la fusión del óvulo con el espermatozoide.
Jerome Léjeune, Catedrático de Genética Fundamental de la Universidad de la Sorbona (Paris), nos dice que “aceptar el hecho de que, tras la fertilización, un nuevo ser humano ha comenzado a existir no es una cuestión de opinión, es una evidencia experimental”.
Profesor Botella Llusiá, Presidente de la Real Academia Nacional de Medicina, Catedrático de Ginecología y ex-Rector de la Universidad de Madrid, aclara que “puedo afirmar que cuando el óvulo y el espermatozoide se unen, ya se ha originado una nueva vida. Molecularmente hablando, aquello no es una prolongación de la madre, no es un apéndice que pueda ser extirpado sin más. Es un individuo nuevo, y a menos que neguemos la definición misma de la humanidad y sus derechos, no podemos atentar contra él. El momento clave es pues el de la concepción. Entonces comienza la aventura humana. Y la evolución del ser humano proseguirá sin cesar hasta la muerte. Embrión, feto, recién nacido, niño, joven, adulto, anciano, todo es el mismo individuo en diferentes edades".

Mírate Hermano. ¿Qué ves en el espejo? ¿Carne o cuerpo? ¿Animal o persona? Yo sólo veo el rostro de un Padre dormido. Mi Salud, la de un fascinante mundo natural que es lo que cada uno de nosotros llevamos; el producto generacional del respeto íntegro a toda forma de vida. El cumplimiento póstumo de la protección de nuestros hijos. Cada uno, somos un emblema mismo del SÍ a la Vida. Del SÍ a la oportunidad de vivir.


Somos enfermedad, preocupación, trabajo, familia, penas, angustia, pero con Salud, todo se hace mezquino. Ése es el mensaje que nos traslada el madero de Nuestro Santísimo Padre. Os doy Salud, para que tengáis vida. Porque a la Salud, la Vida.