La virtud de ser ella

"Constante y perpetua riqueza es la virtud" Sófocles, poeta griego (496 a.C.)


Y es tan difícil llegar a la virtud en sí misma, como difícil es entenderla. ¿Tenemos virtudes? Todos los días me levanto con un resto inútil y absurdo del día anterior. Son aquellas cosas que podrías haber terminado, y no lo hiciste. Lo dejaste en el tintero para, con suerte, replantearlo de nuevo otro día... si acaso. Miras hacia atrás y ves un mar de tiempo perdido. Segundos, minutos y horas de efímera elocuencia pensando en extravagancias que nunca cumplirás; o planeando los días de un futuro incierto que no sabes si llegará, ni sabes si será tal y como lo estás planificando. No seas redundante, y aprende del que tienes al lado.


Con el tiempo, y con los inmerecidos palos que nos da esta dichosa vida, a la juventud de mis años, se le acoplan los pensamientos de la madurez. Aprendo y aprendo; a veces recibo, y otras me quedo con lo puesto. Siempre me han dicho que con palos se aprende. Y es verdad, aunque a veces te merezcas otro más.

Y un palo duro, bien puede ser la pérdida de una buena persona. Un palo duro es el arrebato de la vida, que nos quita, poco a poco, más vida. Sabemos que nos apagamos: lecciones de biología no harían falta. Pero... arrebatar una vida joven, es cuestión de ira y enfado, y no el mero hecho de aceptarlo. Pero sigue siendo un palo. Y por ello, hay que aprender.


Y entre la ira y el desgarro sin consuelo, sin adiós ni besos, me vi en la obligación de abrir los ojos hasta que el dolor se hiciera presente en mis sentimientos, y afrontar lo que nunca aprecié. Aquello que debería haber visto antes, y no sustituirlo con idioteces que no llevan a ningún sitio. En mi caso, se suma la estupidez de aun siendo enormemente grande, no haberlo visto. ¿Cómo no fui capaz de apreciarlo todo en su momento? ¿Quizás costumbre o confianza en la falsa protección que me da la vida? ¿Atrevimiento o negación inconsciente de lo que veía? Me da absolutamente igual. Lo que veo ahora, me basta y me sobra para rendir honores plenos, permanentes y diarios, a la virtud de una persona que me arrebató esta, repito, dichosa vida.


No me hace falta justificar el por qué de mi cambio. En todo se me nota, y en todo lo noto. Lo curioso, es lo increíblemente enigmático que puede llegar a ser el cambio. Y es que en mi caso, es a mejor. He abierto los ojos, he visto su virtud y como un iluso, intento imitarla. No llegaré plenamente a ella, pero sí que mejoraré en muchos aspectos. Ella me enseñó cosas en vida y por suerte en mi parte, y lucha en la suya, a día de hoy lo sigue haciendo.


Quiero ser a partir de ahora un iluso que juegue con la vida. Porque la vida, no nos olvidemos, es un juego de inteligencia en el que no gana el más listo, sino el más virtuoso. Algunos ganan desde muy jóvenes, como mi tita. Otros prueban suerte hasta una madurez avanzada, tienen suerte y prolongan su vida hasta los 90 o 100 años, pero siguen siendo ilusos.

A partir de ahora, veré con otro prisma lo que siempre ha calado en mis ojos. La rutinariedad de mi calle, ahora es azar y suerte. La gente que me encuentre, un mundo cada una. La comida que pruebe, recetas milenarias tras su química. Una sonrisa que me dirijan, un regalo de Dios. Una lágrima triste o alegre, un por qué de ello. Un apretón de manos, una lucha por la amistad. Un abrazo fuerte, segundos de intimidad que no se olvidan. Un libro de lectura, un pensamiento forzado a pensar. Una imagen de mi tita Nati, la que sea... la virtud que quiero en mi vida.